sábado, 11 de abril de 2009

#3: Resaca.

[Bueno, he aquí el tercer capítulo. Sé que dije que actualizaría todas las semanas. La explicación aquí.
d cualquier modo, espero que se disfrute.]


Alex despertó a eso de las dos de la tarde. Le costó más de lo normal saber dónde estaba, y por qué estaba allí. Reconoció su cuarto sumido en la oscuridad, con el ambiente cargado y la ropa de la noche anterior por el suelo.
Intentó hacer memoria, pero un gran dolor de cabeza se lo impedía: su amiga Resaca había vuelto a visitarle sin avisar. No recordaba nada de lo que había sucedido. Lo máximo que llegó a vislumbrar fue el inicio de la tarde, con las chicas, Juanra, Chema y Mónica, tirados en un césped cercano haciendo la fotosíntesis mientras consumían cerveza y risas a partes iguales. Habían ido después a cenar aprovechando las tapas que los bares de la zona ponían con la caña. Y así, de bar en bar, acabaron en algún lugar con música, y luego en otro, y en otro. Alex recordaba haber visto a mucha gente, pero no recordaba sus caras. No recordaba los nombres de los garitos, ni la música que habían puesto, ni las conversaciones que había tenido. tenía muchas lagunas.
Cogió el móvil de la mesilla y se incorporó en la cama, haciendo un último esfuerzo que no resultó fructuoso. Tenía la sensación de haber hecho algo que no debía con alguien que no debía, eso era todo. Buscó en la agenda el número de Ainara y llamó. A la vez que sonaba el primer tono, escuchó la música estridente del móvil de su amiga.
Con el teléfono aún pegado a la oreja, y con gran sorpresa, el chico avanzó por el pasillo hasta llegar al salón de done salía la melodía. Se paró en el umbral de la puerta apoyándose sobre él, y vio a Ainara sentada en el sofá, con el pelo rubio por la cara, buscando el aparato. Lo encontró, lo descolgó y preguntó, con voz de dormida quién era.

-¿Qué haces en mi casa? -contestó Alex.
Ella miró hacia la puerta y vio al chico apartándose el teléfono de la oreja, sonriendo. Hizo lo mismo y saludó con la mano mientras se colocaba el mechón rebelde.
-¡Buenos días!
-Ehm... sí, eso.

El chico no entendía nada, por más que lo intentaba. Se vio a sí mismo despidiendo a Juanra, Lola y Ainara en la esquina que bifurcaba los caminos hacia sus casas. No vivían muy lejos, con dos calles de separación, más o menos. Ahora Ainara estaba en su sofá, y había estado allí toda la noche, por lo que parecía.

-Ai, ¿tú recuerdas algo de lo que pasó anoche?
-¡Todo! -dijo la chica feliz - O casi todo.

Ainara empezó a describirle la noche a partir de que se fueran a cenar. Contó que Chema y Mónica habían decidido marcharse antes de entrar en el primer garito. Pero eso Alex lo recordaba: nunca olvidaba a Mónica cuando estaba demasiado cerca de ella como para que le fuera posible sentir su frialdad y el daño que le hacía clavándole los ojos verdes en los suyos. La chica continuó con su relato, le contó que había sido una noche divertida, que nunca le había visto bailar tanto y ser tan cariñoso; abrazaba a todo el mundo, hablaba de cosas filosóficas, e incluso se le escapó un par de veces algo sobre sus pinturas secretas.

-Al final estabas tan cansado y tan borracho que no sabíamos si llegarías a casa, así que en la esquina me ofrecí para acompañarte. Nos pusimos cómodos y ya no me apeteció bajar.

Él sonrió. Le gustaba saber que velaban por él. Pero no se lo diría. Ya había sido demasiado cariñoso la noche anterior. Alex recordó algo. Sólo un borrón en el que creyó ver una cara bonita y a sí mismo besando esa cara. Miró al infinito, tratando de encontrar allí las palabras adecuadas para preguntar.

-Y.. ehm... ¿no hubo nadie a quien le diera un beso? Me acuerdo de una chica... -hizo un esfuerzo - y de nada más. ¿Sabes qué pasó?

Ainara miró al sueño. Se cogió un mechón de pelo y lo amasó. Alex recordó ese gesto, mezcla de timidez y nerviosismo, y entonces cayó. Cerró os ojos y se dio un golpe en la frente.

-No me digas que... Yo... a ti...
-¡No te preocupes! -le cortó ella - ¡No pasó nada! Una chica intentó ligar contigo. Era muy guapa por cierto. Pero tú le dijiste que estabas con tus amigos y con tu novia. Me cogiste de los hombros y me besaste. Ella se fue y yo te golpeé para que me soltaras.

Alex se rió, orgulloso de su propio ingenio aún en las peores condiciones físicas y mentales. Luego se puso serio y su cara enrojeció. Tardó unos momentos en reaccionar. Se disculpó y pidió perdón por todas las demás tonterías que pudiera haber hecho.
Ella sonrió amable, se levantó y le dio un beso en la mejilla. Era ya casi la hora de la comida, así que se pusieron a hacerla, los dos juntos. Cuando estaban a punto de terminar, llamaron a Juanra y Lola.
-¡Veníos a comer aquí! ¡Tenemos pasta de sobra! -un silencio -No hay excusas. Son 5 minutos. Os damos treinta. - y colgó.

Chema, el compañero de Alex despertó un minuto después de que los platos, el suyo incluido, estuvieran en la mesa. Tal como había dicho Alex, tenía un gran olfato para la comida. Comieron todos juntos, rieron contándole a Chema lo que había pasado la noche anterior el rato que no estuvo. Y, al terminar, los chicos recogieron la mesa, mientras Ainara y Lola se fumaban un cigarro.
Ainara se acercó a Lola y bajó la voz, en tono confidente y dijo, muy apresurada:
-Lola, Alex no sabe que fue él el que me pidió que viniera. Y tampoco sabe de qué hablamos después.

Lola la miró, con una sonrisa compasiva.

-Prefiero que no se acuerde -sentenció.
-Ai, ¿sabes que eso es...?
-... injusto? Sí. Pero es lo mejor, ¿vale?

Su amiga asintió, sin estar convencida del todo. Ainara le dio la última calada al cigarrillo y lo apagó en el cenicero mientras los otros tres entraban por la puerta del salón, riendo. Chema iba contándoles a los chicos su aventura con el taxista, aventura que repitió desde el principio a petición de Alex y juanra para que las chicas también la oyeran. Todos escucharon el relato, riendo de vez en cuando. Todos tranquilos. todos felices y sin preocupaciones. Pero Ainara mantenía entre las manos un mechón de pelo que manoseaba.

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