sábado, 27 de junio de 2009

Lo entendí.

Un poema adolescente, con un final sorprendente.

Y ahora lo entiendo.

Muchas gracias, muchas muchísimas. Por estar para decirme lo que piensas, y no tratarme como a una niña. Por reir conmigo, darme consejos, y llorar ante mí. Por ser parte de esta pequeña familia y por, mucho más importante, poder ser llamada amiga.

Y tú, ¿qué piensas?

Escribo a oscuras en mi cuarto,
un viernes a las tres de la mañana,
sólo para probar mis habilidades,
sólo para ver si esto lo poría hacer con los ojos cerrados.

Y, al encender la luz,
descubro líneas torcidas
y una letra pésima.
Y a mí me da por llorar
un viernes a las tres de la mañana.

lunes, 1 de junio de 2009

Monólogo Ficticio.

.
.
(No debe leerse sin haber leído esto)


Ella hablaría:

-Míranos. ¡Míranos! ¡Estamos aquí! Jamás pensé que pasaría. Deseaba que pasara. Pero no albergaba esperanza. Al menos no cuando tuvimos aquella conversación: para mí, todo quedó dicho. Era ficticia, pero tú casi me la confirmaste en la realidad. Y yo no quería seguir, ¿recuerdas? No quería seguir... huía.
Pensaba que se me pasaría, que volvería a la realidad, que dejaríamos de hablar, que no te vería nunca. Lo pensaba de verdad. Nunca te lo había dicho, pero ahora siento la necesidad de hacerlo. Y, sin embargo, en el fondo sabía todo lo contrario. Sabía que seguiría adelante, que un día no podría pararse, que no habría remedio. No dormía por las noches pensándolo, engañándome. ¡Míranos!
Ahora todo es diferente, aunque hay algo que sigue igual: sigo sin poder dormir. No duermo pensando en esto. Y tengo miedo. Tengo mucho miedo. La otra vez pude decirlo, nada fue como imaginaba, efectivamente, arriesgué y gané. Y ahora... ahora... ¿qué? Tengo miedo. De volver a arriesgar y perder esta vez (ya sé que tú no dejarías que pasase, pero déjame soltarlo todo antes de que se me acabe el fuelle). De que me vuelva a faltar locura. O de que tú te vuelvas cuerdo. Nunca te vuelvas cuerdo, ¿de acuerdo? Prométemelo. Porque si te vuelves cuerdo... mup. Eso pasará. Mup. Y, debo confesarte: cuando no duermo, a veces pienso que quizás sería lo mejor. Pero no quiero que ocurra. ¡No quiero! No, porque quiero merecérmelo. Quiero que lo merezcamos los dos. Me gusta la taquicardia. Y decir las frases que son construídas para no ser dichas. Y... soy una gran contradicción, lo sé. Pero no quiero que no ocurra... De verdad... es... es... es.

-Se te ha acabado el fuelle.

-Se me ha acabado.


Y, una vez más, cuando se atrevió a decirlo, nada fue como esperaba.

domingo, 24 de mayo de 2009

No hacen falta palabras.

Llevaban horas sin decirse nada. Ella tumbada. Él sentado a su lado.
Él pasó un dedo suavemente y con dulzura por su vientre, por su ombligo desnudo y pálido. Vio cómo ella sonreía sin abrir los ojos. Él se recostó de nuevo sobre su costado izquierdo y le besó el cuello cuando estuvo cerca. Ella le puso la mano izquierda sobre la cintura y giró noventa grados para abrazarle mejor y de frente. Los rizos le caían por la cara y él se encargó de apartárselos acariciándole las rosadas mejillas al paso de sus manos.
Ella al fin abrió los ojos y el verde de éstos hipnotizó al chico, que a duras penas pudo apartar la mirada para dirigirla a sus labios y examinarlos. Recorrió el inferior con el pulgar de su mano derecha con más delicadeza que antes si cabía, leyendo todos sus surcos y los misterios que guardaba en ellos. Ella sonrió y él retiró el dedo, como asustado ante un movimiento repentino. Acercó su cuerpo lentamente al de él, dejando adivinar los acontecimientos próximos. Le buscó con los labios, y él no se escondió.
Se dejaron llevar una vez más. Con un beso empezó todo de nuevo. Las sábanas bailaron y ellos se lo volvieron a decir todo sin articular palabra.

sábado, 23 de mayo de 2009

Muerido.

Bueno, como yo misma vaticiné para mis adentros, me temo que la historia de Ainara, Lola, Alex y Juanra sufrirá un parón. ¿Por qué? Porque empecé sin mucha idea de lo que iba a escribir (ver ESTO para más info) y así me ha pasdo, que se me ha ido muriendo.
Tengo pensada una continuidad, pero la veo tan asquerosamente pobre que no merece la pena. Tal vez, algún día, la reanime... probablemente sea así, estaré pensando qué hacer con los personajes y como removerlo todo de tal forma que sea algo mínimamente fumable. Como ya dije en su día: para ecribir mal, no escribo.

De todos modos, esto no ha sido una pérdida total de tiempo. He estado explorando mi forma de escribir, y ya sé cómo me siento ma´s cómoda haciéndolo. No se sorprendan si, cuando vuelva, esto tiene un toque diferente.

Por último, anunciar dos cosas. La primera es que aquí seguiré subiendo relatitos que no tengan que ver conmigo o mis reflexiones, para practicar con la imaginación.
La segunda, relacionada con la primera, es que mis reflexiones internas y mi diario personal están aquí: http://vaivenesatormentados.blogspot.com/ También anunciar, por si no lo sabéis, que me he embarrado en otra historia larga: Carta a Nuestra Memoria, con mucho más fundamento, que ya cuenta con tres entradas en el otro blog, y tengo preparadas otras cuatro, y suma y sigue. Para leer desde el principio, clicad AQUÍ y luego bajad hasta donde pone Cartas a Nuestra Memoria (I).

Y ya, dejo de daros el coñazo y me despido cortésmente.

PD: Especiales perdones y gracias a Rubito (guaaaaapo) y a Dedi bonito por ser pesados con que actualizase. Y a ellos dos y a Dabelucito por ser incondicionales ^-^

miércoles, 13 de mayo de 2009

#4: Cuando creemos saberlo todo y el mundo se nos echa encima por nada.

-¿Sabes, Juanra?
Lola se acomodó mientras hacía la pausa de rigor tras tal pregunta. Juanra le acariciaba el pelo con dulzura. Cogía uno de sus mechones morenos y lo hacía dar vueltas en sus dedos, marcándole aún mas los rizos.

-Dime -dijo el al fin.
-A veces... me da por pensar... ¿qué pasaría si nos quedáramos solos?
-¿Uhm? -dejó su pelo y la miró con cara de no entender lo que le decía.
-Quiero decir... -suspiró, no se le daba bien hablar -¿qué pasaría si ahora Ai y Alex no vuelven a hablarse nunca? Yo... bueno, Ainara es mi mejor amiga. Alex es tu mejor amigo. No podríamos quedar con uno sin que el otro se enfadase. No podríamos quedar los cuatros nunca más. Tú y yo estaríamos solos. ¿Qué haríamos?

Lola se incorporó en el sofá, mirándole a la cara con expresión realmente preocupada. Él no pudo contener una carcajada.

-Eso no va a pasar. ¿Por qué tendría que pasar?
-No preguntes y dime, ¿qué haríamos?

Juanra también se puso serio.

-Los problemas que tengan esos dos, se solucionarán enseguida. No tienes que preocuparte, Lola. Siempre están así: Alex es un imbécil. Ainara le perdona. Los dos son tan amigos. Todo está normal.

Ella asintió. Tomó aire, y siguió hablando:

-¿Te das cuenta de lo débil que es todo? Un edificio construido durante años de pronto se derrumba, y donde había cimientos, paredes, adornos... ya no queda nada. Hay que construir algo nuevo. Y construir siempre es muy difícil. Yo no quiero construir nada. No quiero que nuestro edificio se caiga.
-En ese caso, nos mudaríamos a un lindo piso para dos personas.
-Pero, Juanra, no sería lo mismo. ¿Tú y yo solos? Quiero decir... no sabemos estar solos.

Él sonrió. Lola se estaba liando con las palabras. Siempre lo hacía. Cuando estaba realmente preocupada pro algo, no sabía expresarse bien. Hablar mucho le perturbaba porque había perdido la práctica con los años. Transformar los pensamientos en palabras era todo un reto, un calvario. Siguió sonriendo, con aire tranquilizador.

-Cielo, no hay de qué preocuparse. Nada puede ser tan grave. Y si lo es, buscaremos una solución. Y si no la tiene, tú y yo nos apañaremos solos. También podemos torturarles hasta que vuelvan a hablarse.
-Nonono. Es más grave que otras veces. Lo sé. Lo siento.
-Pero se solucionará.

Empezaba a perder los nervios. ¿Por qué su novio no era capaz de entender lo que pasaba? Tendría que decírselo. ¿Contaría eso como traición a una amiga? Daba igual, o se lo decía, o no lo entendería. Y si no lo entendía, no podrían solucionarlo. Y si no podían solucionarlo todo acabaría. El orden natural de las cosas se truncaría. La humanidad cambiaría radicalmente. El mundo implosionaría y se construiría un mundo mucho peor. Un mundo sin Clapton, sin cerveza, ni incienso. Una verdadera catástrofe.
Frenó sus cavilaciones.

-Recuérdame -le dijo al chico, muy lentamente- que no pase tanto tiempo con Ainara.
-¿Eh? -ahora sí que no entendía nada.
-Da igual. Olvídalo. Te voy a contar algo que espero que, por el bien de tus testículos, quede entre nosotros.

Juanra asintió. Ella tomó aire.
-Verás... La otra noche, cuando salimos y Ainara se fue a casa de Alex, pasó algo que a Ai le está costando superar, más teniendo en cuenta que Alex no se acuerda de nada. Por eso, está huyendo de él todo el día, ya ni si quiera van juntos a la facultad... -Juanra escuchaba atento- El caso, El estúpido de nuestro querido amigo, le dijo a Ainara que...

-PUM-

Janra dio un salto. Lola otro.
-En serio, Ainara altera mi carma.

-¿¡Cómo tengo que decirte que no des portazos, cabeza de chorlito!? -era la voz histérica más inconfundible del mundo, dirigiéndose inconfundiblemente a la persona que más le enervaba en el mundo.
-Pero si lo hago sin querer, Ai. Sé buena y perdóname -esa era la vocecita de súplica especial de Alex.
-¡Eres incapaz de no ponerme furiosa un sólo día! ¡Con lo bien que ibas!

En el salón apareció Alex, con una sonrisilla orgullosa, lanzado desde la puerta por un empujón de Ainara. Ésta iba detrás, sonriendo también, como si su excentricidad le hubiese hecho olvidarse de que Alex acababa de pincharla.
Juanra sonreía al verlos entrar. Había dejado de escuchar a Lola, que al ver tan normales a sus amigos, entró en una especie de dimensión pararela llena de preguntas sin respuesta y de incomprensiones varias.

-Oye, pues yo los veo tan guay como siempre -susurró Juanra; luego alzó la voz:- ¡Hola Chicos! ¿Cómo va eso?

-¡Muy bien! -contestaron al unísono, haciendo que Lola por fin reaccionase.

-A la mierda el carma... ¿¿¿QUÉ???

lunes, 27 de abril de 2009

El Equilibrio es imposible.

Para lo que estés haciendo. Dale al play. Lee e imagina por un momento esta situación:



Le acababan de echar del curro de sus sueños. La novia a la que tanto quería había decidido que no seguiría con él por ser un fracasado. Su pez se había muerto. Y su mejor amigo estaba en la otra punta del planeta, sin poder ir a socorrerle.
Se paró en medio d ela avenida que cruzaba y miró a su alrededor. A dos metros de él, un hombre con un traje italiano y zapatos elegantes pasaba hablando por el móvil de última generación, riendo. En la acera de enfrente, el vagabundo Tomás, con el que había hablado algunas veces de camino a casa. Y él en medio. Pensó que el mundo era una mierda, que algunos se creían mejores por haber tenido más suerte, que todo estaba descompensado. Se estaba viendo a sí mismo como una persona relegada del mundo, enuna esquina del planeta. Pensó que si La Tierra fuera totalmente esférica podría ser él el centro, él y todos. todos iguales. Pensó que si tenía esa forma achatada era porque alguien, en un pasado muy anterior, había sido más ambicioso que el resto y se había puesto a saltar para pder desplazarse luego y ser él, y no otro, el que estuviera en todo el medio.

Y ahí, parado en medio de la calle, vio la solución: empezó a saltar también, dando fuertes golpes con las plantas de los pies en el suelo. Un salto. Otro más. Y otro. Otro. Otro. Otro. Otro. Otro. Otro. Otro. Otro... Hasta que cayó rendido en el suelo, con la lengua fuera y en estado catatónico, mirando el cielo que se pintaba de un luminoso azul marino a esas horas de la tarde.
Una sonrisa se dibujó en la cara. Era un gilipollas. Cerró los ojos con fuerza. Empezó a reir y ya no pudo parar. Tirado en el suelo, riendo sin razón, después de haber intentado solucionar la falta de equilibrio del mundo. Tomás se acercó a él, le tendió una mano, preocupado por su amigo, y al contacto con ese cuerpo contagiado de risa, él también estalló en una carcajada. La gente se apartaba de su lado cuando pasaban. Pero si, por accidente, tocaban a alguno de los dos, empezaba a reir también, parándose sin ser capaz de recordar adónde iba.
Dos horas después, eran 15 personas las que estaban paradas sin poder parar. Olvidando sus preocupaciones por un instante. Sin agobios. Sólo risas que se fueron extinguiendo lentamente.

Aquella noche, el chico llegó a su casa con una sonrisa de oreja a oreja. Su vida estaba patas arriba y no sabía cómo colocarla al derecho d enuevo. Pero por 2 horas y cuarenta y cinco minutos, el equilibrio había estado presente. todo había sido maravilloso. ahora sabía que no tenía que lamentarse, si no que se esforzaría en luchar por ponerlo todo como debía estar.

sábado, 11 de abril de 2009

#3: Resaca.

[Bueno, he aquí el tercer capítulo. Sé que dije que actualizaría todas las semanas. La explicación aquí.
d cualquier modo, espero que se disfrute.]


Alex despertó a eso de las dos de la tarde. Le costó más de lo normal saber dónde estaba, y por qué estaba allí. Reconoció su cuarto sumido en la oscuridad, con el ambiente cargado y la ropa de la noche anterior por el suelo.
Intentó hacer memoria, pero un gran dolor de cabeza se lo impedía: su amiga Resaca había vuelto a visitarle sin avisar. No recordaba nada de lo que había sucedido. Lo máximo que llegó a vislumbrar fue el inicio de la tarde, con las chicas, Juanra, Chema y Mónica, tirados en un césped cercano haciendo la fotosíntesis mientras consumían cerveza y risas a partes iguales. Habían ido después a cenar aprovechando las tapas que los bares de la zona ponían con la caña. Y así, de bar en bar, acabaron en algún lugar con música, y luego en otro, y en otro. Alex recordaba haber visto a mucha gente, pero no recordaba sus caras. No recordaba los nombres de los garitos, ni la música que habían puesto, ni las conversaciones que había tenido. tenía muchas lagunas.
Cogió el móvil de la mesilla y se incorporó en la cama, haciendo un último esfuerzo que no resultó fructuoso. Tenía la sensación de haber hecho algo que no debía con alguien que no debía, eso era todo. Buscó en la agenda el número de Ainara y llamó. A la vez que sonaba el primer tono, escuchó la música estridente del móvil de su amiga.
Con el teléfono aún pegado a la oreja, y con gran sorpresa, el chico avanzó por el pasillo hasta llegar al salón de done salía la melodía. Se paró en el umbral de la puerta apoyándose sobre él, y vio a Ainara sentada en el sofá, con el pelo rubio por la cara, buscando el aparato. Lo encontró, lo descolgó y preguntó, con voz de dormida quién era.

-¿Qué haces en mi casa? -contestó Alex.
Ella miró hacia la puerta y vio al chico apartándose el teléfono de la oreja, sonriendo. Hizo lo mismo y saludó con la mano mientras se colocaba el mechón rebelde.
-¡Buenos días!
-Ehm... sí, eso.

El chico no entendía nada, por más que lo intentaba. Se vio a sí mismo despidiendo a Juanra, Lola y Ainara en la esquina que bifurcaba los caminos hacia sus casas. No vivían muy lejos, con dos calles de separación, más o menos. Ahora Ainara estaba en su sofá, y había estado allí toda la noche, por lo que parecía.

-Ai, ¿tú recuerdas algo de lo que pasó anoche?
-¡Todo! -dijo la chica feliz - O casi todo.

Ainara empezó a describirle la noche a partir de que se fueran a cenar. Contó que Chema y Mónica habían decidido marcharse antes de entrar en el primer garito. Pero eso Alex lo recordaba: nunca olvidaba a Mónica cuando estaba demasiado cerca de ella como para que le fuera posible sentir su frialdad y el daño que le hacía clavándole los ojos verdes en los suyos. La chica continuó con su relato, le contó que había sido una noche divertida, que nunca le había visto bailar tanto y ser tan cariñoso; abrazaba a todo el mundo, hablaba de cosas filosóficas, e incluso se le escapó un par de veces algo sobre sus pinturas secretas.

-Al final estabas tan cansado y tan borracho que no sabíamos si llegarías a casa, así que en la esquina me ofrecí para acompañarte. Nos pusimos cómodos y ya no me apeteció bajar.

Él sonrió. Le gustaba saber que velaban por él. Pero no se lo diría. Ya había sido demasiado cariñoso la noche anterior. Alex recordó algo. Sólo un borrón en el que creyó ver una cara bonita y a sí mismo besando esa cara. Miró al infinito, tratando de encontrar allí las palabras adecuadas para preguntar.

-Y.. ehm... ¿no hubo nadie a quien le diera un beso? Me acuerdo de una chica... -hizo un esfuerzo - y de nada más. ¿Sabes qué pasó?

Ainara miró al sueño. Se cogió un mechón de pelo y lo amasó. Alex recordó ese gesto, mezcla de timidez y nerviosismo, y entonces cayó. Cerró os ojos y se dio un golpe en la frente.

-No me digas que... Yo... a ti...
-¡No te preocupes! -le cortó ella - ¡No pasó nada! Una chica intentó ligar contigo. Era muy guapa por cierto. Pero tú le dijiste que estabas con tus amigos y con tu novia. Me cogiste de los hombros y me besaste. Ella se fue y yo te golpeé para que me soltaras.

Alex se rió, orgulloso de su propio ingenio aún en las peores condiciones físicas y mentales. Luego se puso serio y su cara enrojeció. Tardó unos momentos en reaccionar. Se disculpó y pidió perdón por todas las demás tonterías que pudiera haber hecho.
Ella sonrió amable, se levantó y le dio un beso en la mejilla. Era ya casi la hora de la comida, así que se pusieron a hacerla, los dos juntos. Cuando estaban a punto de terminar, llamaron a Juanra y Lola.
-¡Veníos a comer aquí! ¡Tenemos pasta de sobra! -un silencio -No hay excusas. Son 5 minutos. Os damos treinta. - y colgó.

Chema, el compañero de Alex despertó un minuto después de que los platos, el suyo incluido, estuvieran en la mesa. Tal como había dicho Alex, tenía un gran olfato para la comida. Comieron todos juntos, rieron contándole a Chema lo que había pasado la noche anterior el rato que no estuvo. Y, al terminar, los chicos recogieron la mesa, mientras Ainara y Lola se fumaban un cigarro.
Ainara se acercó a Lola y bajó la voz, en tono confidente y dijo, muy apresurada:
-Lola, Alex no sabe que fue él el que me pidió que viniera. Y tampoco sabe de qué hablamos después.

Lola la miró, con una sonrisa compasiva.

-Prefiero que no se acuerde -sentenció.
-Ai, ¿sabes que eso es...?
-... injusto? Sí. Pero es lo mejor, ¿vale?

Su amiga asintió, sin estar convencida del todo. Ainara le dio la última calada al cigarrillo y lo apagó en el cenicero mientras los otros tres entraban por la puerta del salón, riendo. Chema iba contándoles a los chicos su aventura con el taxista, aventura que repitió desde el principio a petición de Alex y juanra para que las chicas también la oyeran. Todos escucharon el relato, riendo de vez en cuando. Todos tranquilos. todos felices y sin preocupaciones. Pero Ainara mantenía entre las manos un mechón de pelo que manoseaba.

Disculpas, disculpitas.

Las fuerzas de seguridad bloggeras hemos tomado este sitio y a su autora por cara dura: lleva dos semanas sin pisar por aquí. Hemos llegado a la conclusión de que es todo por vaguería y pereza, puesto que hemos descubierto que la historia está escrita.
Patricia "Lurilla" Ñozú no ha declarado porque se le caía la cara de vergüenza. Todo lo que hemos podido sonsacarle entre risas (la hemos torturado chinamente) son palabras sueltas: "teatro", "absorvida", "sin vida social" y "pene". Esto último tampoco lo entendemos nosotros.

Pero, después de ver esta foto

Todo lo que podemos decir es que ella no es culpable de ser como es, y que fue víctima, siendo tan sólo una niñita, de una absorción de ondas cerebrales a manos de unos cerebros gigantes malvados.
Tras más cosquillas, hemos conseguido que nos asegurase que no se volverá a repetir una larga ausencia como ésta. También nos ha asegurado que nos quiere (pero es por el Síndrome de Estocolmo. Nosotros somos muy feroces)

domingo, 22 de marzo de 2009

#2: Presentación (II)

-Si te dimos la llave, cenutrio, fue para que abrieras la puerta, ¡no para que nos la desencajases de la pared con esos portazos al cerrarla!


Había un chico pelirrojo en la puerta, bastante alto al lado de Ainara. Éste sonreía.
-Hola, Ai –hizo como si no hubiera oído la regañina de su amiga.
Lola salía de su cuarto en ese mismo momento. Miró alrededor y levantó una ceja cuando hubo terminado de repasar el pequeño salón.
-¿Y Celeste? –preguntó.
-¿Quién? ¡Ah! ¡Celeste! En su casa, supongo. Cortamos ayer. Bueno, corté, está claro.
-¿Por qué?
-Lola, por Dios. Me duele que dudes de que ella me dejara a mí –el chico se miró las uñas.
Lola volvió a levantar la ceja.
-Alex, me refería al por qué de dejarlo.
-Bueno... no era para mí –contestó sencillamente.
-¿Ves? ¡Ni si quiera le gustan! ¡Lo hace para torturarnos!
-Me divierten las niñas bien, es divertido darles largas. –Alex sonrió maliciosamente –Da igual. ¿Una play?
-Me niego. Hoy no –dijo Lola.
-Aiiiii, apóyameeee. Seremos dos contra uno.
-No. Eres un torturador. Lola elige.
Alex suspiró, resignándose, y cruzando los dedos por detrás de la espalda. Lola y Ainara se sonreían. Era estupenda esa especie de lealtad entre mujeres, era divertido cuando iban contra el chico las dos.
-¡Veamos una película! ¡La Vida de Brian! –hasta Lola se sorprendió de su efusivo tono de voz.

Los otros dos asintieron. Lola se sentó en el suelo, buscando en la pila de DVDs dentro del mueble de la tele. Ainara conectaba los cables a la televisión, también sentada en el suelo. Y Alex se sentó, solamente por no quedarse de pie.
Volvió a oírse cómo la puerta se cerraba tras ellos. Entraba un chico alto, con el pelo recogido en una coleta formada de rastas, mochila al hombro y bolsa de plástico en la mano derecha. Vestía con una camiseta con el dibujo de PacMan. Todos, menos Lola que seguía buscando la película, se giraron hacia él.
-Ey, colega, ¿qué tal? –le dio la mano a Alex.
-Siendo torturado por dos brujas, menos más que has llegado –recibió una colleja de Ainara que se levantaba para recibir al chico dándole un abrazo, una vez hubo terminado de colocar el reproductor de DVD.
El chico sonrió y dejó la bolsa sobre la mesa.
-¡Eh! ¡Eso es cerveza! ¡Entiendo que Lola te quiera! –alargó la brazo y cogió una de las latas. -¡Y fresquitas!

Lola se levantó al fin del suelo.
-Hola, Juanra, hoy toca peli –dijo Lola levantando la carátula mientras se acercaba a él y le besaba. –Por cierto, hay que ordenar eso, Ai.
-Ajá –dijo ésta mientras cogía una cerveza.
Juanra se sentó en el sofá, con su novia al lado, mientras leía el título de la película.
-La Vida de Brian. Chachi. Ponla ya, Alex.

El chico cogió la película y la metió en el DVD. Al darse la vuelta, ya estaban ocupados los dos sofás: el de tres plazas por Juanra, Lola y sus piernas. En el de dos plazas se estaba acomodando Ainara. El chico fue directo al sofá de dos plazas, sonriendo. La chica no le miraba. Alargó los brazos para apartarle las piernas, entonces ella habló, con voz muy tranquila:
-Ni lo sueñes –y le dio un trago a su cerveza, sin tan siquiera girarse.
-Jo, Ai, déjame un hueco.
-”¡Ay!” es lo que dirás tú si te atreves a tocarme para sentarte aquí, torturador.

Y ésta es la historia de cómo acabó Alex con mordiscos por todo el cuerpo, viendo junto a sus amigos (que se reían de él) la obra maestra de los Python.

lunes, 16 de marzo de 2009

#1: Presentación (I)

Era muy largo como para cansaros el primer día con tanto. Así que lo he dividido en dos. Espero que os guste. hasta la semana que viene.

Una chica de piel y pelo moreno, vestida con un vestido de tela largo y blanco, estaba tumbada sobre la cama de la habitación de paredes moradas sobre las que había unos cuantos símbolos de la paz pintados en verde, un póster de Bob Dylan con su guitarra, fotografías en blanco y negro y un pequeño espejo colgados.
Era una tarde tranquila. La tenue luz del sol entraba por la ventana e inundaba la habitación. Soplaba una suave brisa. Los pájaros cantaban dándole paz a la casa entera. Bajito, sonaba Bob Marley. La chica miró el reloj que había junto a la lámpara, sobre la mesilla. Eran las seis de la tarde. Nada podía ser más perfecto. Respiró profundamente llenando sus pulmones con el aroma del incienso que estaba encendido al otro lado de la habitación, al lado del ordenador apagado.
Cerró los ojos, sonreía. Estaba en total armonía con el mundo en general, era estupendo no oír los mismos gritos de siemp…
-¡LOLAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!

La chica abrió los ojos de golpe, volviendo a la terrible realidad, lamentando la realidad. Se tapó la cara con los brazos, adivinando lo que vendría a continuación y queriendo esconderse de ello.
Un torbellino de pelo rubio invadió su pequeño rincón tranquilo. Era una chica más bien bajita, con unos ojos grandes de color miel abiertos de par en par. Vestía unos vaqueros desgastados por el uso y una camiseta que le quedaba muy ancha. El pelo lo tenía recogido en una desordenada coleta, y el flequillo le ocultaba la mitad de la cara, alterado por haber corrido.

-Ai, eres tú, qué sorpresa –dijo la chica, aún tumbada y con los brazos sobre sus párpados.
-¿Es que no me has oído gritarte?
-A penas –ironizó Lola, paciente.
-El caso es que te llamaba porque Alex va a venir –se sentó a los pies de la cama de su amiga, hablando con una mezcla de molestia y alteración.
-¿Y?
-¡Que traerá a su tonto ligue! –parecía que no entendiese por qué Lola no estaba disgustada por algo tan grave.
-A riesgo de parecer repetitiva: ¿y?
Ainara puso los ojos en blanco.
-¡Que es tonta! Es como si al estúpido de Alex le pareciese divertido presentarnos a sus líos más tontos.
-Es que es así. Además, creo que exageras.
-¿Ah, sí? –se aclaró la garganta y puso la voz muy aguda para decir:- a mí me gustan los caballos. Son bonitos. Mi papá tiene caballos. Me gustan sus coletas. Tú pareces un caballo con esa coleta, Ainara. ¿También te gustan los caballos? –dijo esto mientras lo entrecomillaba gesticulando con sus manos –¡Por Dios! ¡Un caballo tiene más conversación!
Lola se rió. Se descubrió los ojos y se incorporó en la cama. Inspiró por última vez el olor a incienso. Miró a su amiga, tomándose su tiempo.
-Vives estresada, Ainara. Ése es tu problema.
-Maldita hippie –contestó por lo bajo.

Lola sonrió, dejándole claro que le había oído. No solía hablar si no era estrictamente necesario expresar algo en voz alta, como un sarcasmo o un buen consejo. Prefería dejar que sus expresiones lo dijeran todo, y pensaba que ese era el motivo por el que Ainara la quería tanto: no juzgaba constantemente sus actos, no le decía que sería mejor que hiciera cosas que por nada del mundo haría. Así era como todo el mundo actuaba delante de Ainara, no conseguían entender sus actos tal como los concebía. Pero Lola entendía a la chica y sólo le daba consejos cuando su amiga se los pedía o cuando lo consideraba peligrosamente necesario. Y después de dos años viviendo juntas, Lola había aprendido a saber cuándo Ainara necesitaba que le dieran un empujón con palabras: prefería los gestos y los actos. Y Lola lo sabía bien porque ella era igual.

Seguían las dos sobre la cama, Lola sonriendo pensando en todo esto y Ainara abstraída del mundo mirando la barra de incienso, cuando oyeron la puerta de la calle cerrarse de golpe. Ai dio un brinco en su sitio, y Lola simplemente dirigió la mirada hacia la puerta, levantándose lentamente. Ainara se adelantó y salió al salón, donde estaba la puerta principal.
-Si te dimos la llave, cenutrio, fue para que abrieras la puerta, ¡no para que nos la desencajases de la pared con esos portazos al cerrarla!

domingo, 15 de marzo de 2009

... y cuenta nueva.

Bueno, éste es el inicio de la nueva etapa. Nuevo look. Nuevos enlaces. Optimismo reanimado. Ésta es la nueva etapa, que como expliqué en la entrada anterior, me ayudará en mi nueva vida.

Los comentarios no cuestan nada, y mola saber que hay gente que lee y apoya.

Mañana actualizaré con el arranque de la mini-historieta, que ya tengo escrita (y destruida, y escrita de nuevo). Es sólo una pequeña presentación de los nuevos personajes, pero yo creo que os gustará. Y no tengo nombre para la historieta. Creo que la dejaré como "Escupiendo Palabras" Porque mis ersonajes son míos, al fin y al cabo. Y anque no lo comparto todo con ellos, ellos también tienen derecho a escupir.

Espero que os guste la nueva etapa.

domingo, 8 de marzo de 2009

Borrón.

Bien, es sabido por todos (y si no, ya os lo digo yo) que amo los refranes. Así pues, hoy os traigo éste: a grandes males, grandes remedios.

Sigo con mi optimismo y mi ánimo de que las cosas cambien dentro de mí. Pero si sigo escribiendo como hasta ahora jamás podré empezar la nueva etapa. Así que anuncio que esto es un borrón, y dentro de poco arrancará la vida nueva.

Mis dos problemas: no escribo regularmente, y sólo escribo sobre mí. Se acabó. Voy a empezar una historia que aún no sé de qué irá muy bien, pero ya tengo los personajes. Y voy a publicar cada semana, así me obligaré a escribir regularmente, porque no quiero perder la costumbre. Me sentará bien alejarme un poco de mis propios sentimienos e inventarme otros con los que poder jugar y experimentar mi estilo.

He de decir que al no saber hacia dónde encaminaré la historia, esto puede ser un caos al principio. Mi idea es ir haciendo historietas cortas, sobre la vida de tres personas, y, si luego surge, una historia mucho más elaborada. Tampoco dejaré del todo mis pensamientos y reflexiones, así que cuando quiera estallar seguiré escupiendo sobre el teclado.

Y hasta aquí mi comunicado. Estad atentos (si es que hay alguien por ahí) porque dentro de no mucho escribiré.

Sed felices.

viernes, 6 de marzo de 2009

Algo.

Yo qué sé. Ha pasado mucho tiempo hasta que he podido volver a coger un boli, o, en este caso, el teclado. No tengo nada interesante que decir (lo siento, chicos, volved otro día). No me pasa nada malo... pero tampoco nada bueno.
Sigo buscándome detrás de todas las esquinas que cruzo, y no pierdo la esperanza porque sé que me encontraré tarde o temprano, que me conoceré, y que no me dará miedo estar en mí por más de tres días seguidos.
Quien me conoce (de verdad, no me valen los: eh, yo te vi un día en el metro) sabe que soy una persona muy optimista, pero también muy rayada. Me gusto, o al menos me gusta la parte de mí que conozco. Pero temo a la que no conozco. A veces llego a pensar que no me quiero lo suficiente, y que me escondo tras un velo horriblemente opaco de falso optimismo. Esos días el cielo es negro y yo no sonrío. Al día siguiente, pongo los pies en el suelo, y me hago consciente de que es un nuevo día, mucho mejor, con un cielo azul que deja cegato a quien intenta mirar su luz.

Estoy segura de que la mayoría no tiene ni puta idea de lo que es experimentar este tipo de cosas, para ello hacen falta muchos años de práctica y mucha fe en la vida. Yo tengo fe en la vida, es lo que Dios a las religiones. Soy partidaria de la vitalidad, del camino contínuo, y del contínuo cambio.

Hay días en los que el botón, por razones que sólo la Vida sabe, está abajo, cuando todo apunta a que debería estár más arriba que nunca. Y yo no hago mucho por evitarlo: simplemente pasa, como todo; porque sé que mañana va a ser mejor.

Pero llevo ya muchos días pensando que mañana llegará, y llegó un día en el que pensé: mañana es hoy, qué magnífico. Y así estuve durante casi una semana, hasta que algo decide ponerse al revés, y entonces yo vuelvo a recluírme en mis adentros pensando que tal vez mañana no debiera salir a la calle, pero que guramente será un buen día.

Y es que, de verdad, hay cosas que merecen la pena, y que son buenas incluso en días malos, y si eres capaz de verlo ¡enhorabuena!, eres del club de los optimistas. Pero siendo optimista realista, la cosa es más difícil, porque se sabe que no todo es de color de rosa, sino que hay cosas que no van bien, que hay cosas que se atascan y deciden no marchar. Cuando esa sensación se ahogue por completo dentro de mí, será que ya me he encontrado. Y es que, estoy incompleta, y me falta algo.

martes, 10 de febrero de 2009

Yo quiero.

Catarsis. Es una palabra bonita. Catarsis.

catarsis.

(Del gr. κάθαρσις, purga, purificación).

1. f. Entre los antiguos griegos, purificación ritual de personas o cosas afectadas de alguna impureza.

2. f. Efecto que causa la tragedia en el espectador al suscitar y purificar la compasión, el temor u horror y otras emociones.

3. f. Purificación, liberación o transformación interior suscitados por una experiencia vital profunda.

4. f. Eliminación de recuerdos que perturban la conciencia o el equilibrio nervioso.

5. f. Biol. Expulsión espontánea o provocada de sustancias nocivas al organismo.


Pues eso.

martes, 3 de febrero de 2009

Conversación Ficticia.

No podía parar de moverse en la cama, dándole vueltas a las palabras que quería expresar y que sabía que no se atrevería nunca a decir. Ella imaginaba la conversación, y siempre empezaba con su voz diciendo:

-Eres la típica persona de la que yo me enamoraría.

Y él diría:
-¿Tienes una típica personalidad de la cual enamorarte?

Y así seguiría:
-Sí, una personalidad muy parecida a la tuya.
-Explícame eso.
-Una persona con la que poder hablar, que me entendiese cuando quisiera expresar algo sin necesidad de tener que expresarlo, pero dejando que aún así lo diga. Y dándome su opinión sin que le importase casi nada mi reacción, pero preocupándose si ve que reacciono mal. Ese tipo de personalidad.
-Entiendo.
-Ya.
-Y, si soy tu tipo, ¿por qué has dicho que sería la persona de la que te enamorarías y no has dicho que está enamorada de mí?

Aquí ella tardaría en contestar, pero al final lo haría.
-Bueno. Existen varias razones. La primera: sé cuando una causa está perdida... y no precisamente porque crea que no te enamorarías de mí, sé que sí lo harías. De hecho, a veces pienso que en cierto modo, ya lo haces.
-Ah, ¿sí?
-Sip. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que no puedo. Ni tú puedes. Los dos sabemos que no podemos. Sería una tontería.
-¿Y las demás razones?
-La siguiente razón que cobra sentido en mi cabeza es que no estoy tan loca como para decirte que estoy enamorada de ti. También puedes llamarlo miedo, no tengo inconveniente, y sé que lo estás pensando.
-Sabes mucho.
-Lo justo para saber que estoy a gusto manteniendo esta conversación contigo gracias a la amistad, y que no quiero perder esa posibilidad.

Aquí se estancaba, porque ella misma no sabría qué responder ante algo así. Tal vez un "me alegro" y seguir hablando de otra cosa. Tal vez un silencio que otorgara y seguir hablando de otra cosa. Tal vez un "tengo que irme", para no volver. Muchas teorías, ninguna segura.

Entonces se durmió. Y a la mañana siguiente no recordó nada.

Y era así noche tras noche. Hasta que un día se atrevió a decirlo, y nada fue como esperaba.

sábado, 31 de enero de 2009

Paradoja Circular.

"-[...] cuando conoces de verdad a alguien no puedes odiarle.
-Tal vez sea que no puedes conocer a nadie de verdad hasta que dejas de odiar.
-¿Es una paradoja circular? Dom Cristão dice que la mayoría de verdades sólo pueden ser expresadas en paradojas circulares.
-No creo que tenga nada que ver con la verdad, Olhado. Es sólo causa y efecto. Nunca podemos evitarlo. La ciencia rehusa admitir ninguna causa excepto la primera: derriba una pieza de dominó y la siguiente también cae. Pero cuando se refiere a lo seres humanos, el único tipo de causa que cuenta es la final, el propósito. Lo que una persona tenía en mente. Una vez comprendas lo que las personas realmente quieren, ya no puedes odiarlas. Puedes temerlas, pero no odiarlas. Porque siempre puedes encontrar idénticos deseos en tu corazón."

La Voz de los Muertos, Orson Scott Card.


Si viviera en este libro, sería Portavoz de los muertos. Sin duda.

miércoles, 28 de enero de 2009

Refugio.

Hoy me he vuelto a escapar. He ido a ese lugar donde hace tres años me refugiaba cuando me era insoportable estar encerrada en mi casa, con las paredes amenazándome, pero me era aún más imposible salir con gente a mi lado.

He vuelto a experimentar ese odio irracional hacia todas las personas. He querido que el viento me golpease la cara y se llevara las tristezas que siento sin necesidad. He querido mirar a los niños, obsarvando nuestro futuro, observando sus sonrisas, juzgando si serán buenos médicos, buenos maestros, buenas personas. Me he sentado sola a ver la fuente que hoy estaba vacía y apagada. Sin duda, es más bonito en verano.
No me hacía falta nada más que yo, mi música, un libro y el frío de la soledad que me devuelve el calor. Y ni si quiera me he dado cuenta de que ha empezado a llover sobre mí hasta que no ha sido demasiado tarde para cerrar el libro y proteger sus palabras del agua, así que lo he dejado abierto y he seguido sumergiéndome en los sentimientos de otros que ni si quiera son reales. Y me he preguntado si alguna vez volveré a sentir... como aquel verano. Como hace dos primaveras. Me pregunto si aparecerá un Tú que le dé sentido a todo esto que albergo y ahora no entiendo, porque al no tener destinatario se pierde y se difumina, haciendo que pierda su claridad.

He estado a punto de llorar. Entonces he cerrado el libro, me he levantado y he vuelto a casa.

No, no estamos en ese verano. Y jamás volveré allí, porque ese verano me hizo más daño que ningún otro momento en mi vida, porque algo murió conmigo entonces... murió mi inocencia, murió mi optimismo ciego que dio paso a un optimismo más realista, a la simplicidad de mi pensamiento que a veces se ve tan complicado: no tienes lo que no tienes, no hagas planes que no sabes si podrás cumplir. No hagas planes que se alejen más de unos pocos meses... porque la certeza no existe.

Pero hoy no tenía nada ni nadie de lo que quejarme en soledad. Simplemente... me apetecía estar sola, aunque jamás pensé que me pudiera llegar a afectar tanto.

domingo, 18 de enero de 2009

Pues veréis...

... pasa que hay veces que yo como jipis, y me salen sonrisas extrañas al ver las nubes y los pájaros cantores, tengo pensamientos alegres y la vida me parece maravillosa.


(Esta entrada va dedicada especialmente a Blanca. Para que tome ejemplo).

lunes, 5 de enero de 2009

Podría ser, pero no.

-Le gustaba caminar sin pisar las juntas de las baldosas. Le gustaba pensar que las cosas ocurrían por alguna razón, aunque no se pudieran explicar en el mismo instante en que sucedían. Le gustaba mirarse en el espejo las horas muertas, y descubrir que tenía imperfecciones como todo el mundo, y que darse cuenta de eso le hacía un poco más perfecta. Le gustaba dar vueltas en las calles desiertas de madrugada, y mirar las estrellas desde su ventana abierta en verano. Le gustaba sentir el frío de las mañanas de agosto y odiaba el calor artificial de los radiadores en enero. Le gustaba no haber perdido su inocencia de niña siendo ya mayor. Le gustaba creer que las personas estaban unidas con cintas de colores, aunque los propietarios de esas cintas nunca llegaran a encontrarse. Le gustaba pelar patatas cuando estaba baja de ánimos. Le gustaba hacer fotografías a niños sonrientes. Le gustaba reír sin motivo aparente, y hacer chistes que sólo entendía ella. Le gustaba, en el fondo, ser una incomprendida, porque eso le hacía diferente. Le gustaban los abrazos de oso y las manos calentitas arropando las suyas cuando las tenía heladas. Le gustaba bailar sin música, y cantar a todo volumen. Le gustaba emborracharse sin haber bebido. Le gustaba freír croquetas y cualquier cosa empanada para ver la espuma que deja el pan rallado. Le gustaba recibir un regalo aparentemente insignificante sin que fuera su cumpleaños. Le gustaban más cosas absurdas que nuca se atrevió a escribir.

Pero un día la chica, con unos ojos tan verdes como la esperanza, perdió su fe y dejaron de gustarle las cosas. Empezó a poner mala cara a todo, le irritaba el mínimo temblor del suelo. empezó a odiar todas las cosas que antes admiraba, y la vida perdió su sentido. Lo que nunca perdió fue su orgullo. ella no se estaba matando, ella estaba evadiéndose, la vida ya no la quería, ni la necesitaba. Igual que ella no necesitaba el cariño de nadie, y menos el de Él, ese Él tan torpe que dejó que tropezará y se le rompiera el corazón. Ella quería vivir, era el destino el que no le dejaba avanzar. Ella moría poco a poco y se daba cuenta, pero nunca dijo nada, porque no necesitaba hablar, ya no. Ahora, lo que le gustaba era estar en la cama tumbada, escuchando baladas tristes que aludían al recuerdo, no le hacían llorar, porque no tenían ningún sentido: Ella no extrañaba a nadie, pero le gustaba escucharlas sólo para tener una razón para poder decir que no extrañaba nada...

-Sigue...
-Y de pronto desperté. Me vi en la cama, dejando sin respiración a la almohada, muerta de miedo y frío. Ella podría ser yo. Me estoy hundiendo dentro de mí misma. Acabaré como Ella acabó si sigo así.
-¿Cómo acabó?
-No lo sé. Nadie lo sabe.