martes, 2 de diciembre de 2008

sonrisa común.

Pues me siento bien, oiga. Y me apetece gritarlo a los cuatro vientos, y quedarme muda y sorda al gritarlo. Y querer a todo el mundo, y abrazar a todo el mundo, y darle la espalda a todas esas cosas que me preocupan porque ahora no es el momento de preocuparme. Y que le jodan a aquellos que intenten hacerme ver que la vida no es bella, que a pesar de los golpes que me ha atestado, yo sé que tiene buena fe. De todo se aprende: de Ella aprendí que la amistad no es para siempre, que no todo es certero. De Él aprendí que hay más de una forma de amar y que casi todas son válidas. De otra Ella que, a pesar de la ausencia de certeza, se puede estar seguro de algunas cosas, aunque pocas. De otro Él que la sonrisa es importante, que el buenrollismo es el motor de esta vida puta. De la pequeña Ella aprendí que la lucha contra las dificultades se puede ganar a base de carcajadas. Del desafortunado Él que la vida hay que cogerla por los güevos, sin dejarla saltar por la ventana y que no hay que dejar pasar la oportunidad de decir lo que se siente.

Ha habido tantos Ellos que me creo con la obligación de haceles justicia no dedicándoles un blog, sino dedicándoles mi forma de vida, mi paso a paso, mis fuerzas, mis reflexiones. Esa sonrisa es tuya, y tuya, tuya también. De todos. De absolutamente todos.

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