domingo, 23 de marzo de 2008

Rastro


Es pronto, "jamás madrugo tanto" es lo primero que has pensado al apagar el despertador. Miras a tu alrededor... por todas partes hay algo que observar.
Te llama la atención el ver tantos pájaros entre las copas de los escuetos árboles de la rugiente ciudad, pues no los oyes: no oyes nada más allá de las ofertas que las gitanas gritan, entre divertidas y desesperadas; si escuchas atentamente, puedes distinguir más de tres idiomas diferentes... por no hablar de los acentos: andaluces de todos los lados, asturiano, gallego, algún catalán...
Te mueves lentamente, la marabunta de gente de la que se oyen todos esos acentos no te deja avanzar
al paso que tú quisieras. Sientes a los niños pequeños rozándote las piernas con sus cabezas y las miradas de las madres de esos niños, temerosas de que algún despistado arruye a su pequeño; notas también los codos y los hombros de los que llevan demasiada prisa como para respetar al resto, por lo que se hacen paso como pueden a la fuerza.
Esta mañana decidiste que no sacarías mucho dinero de ese lugar especial donde los billetes se arrugan esperando a que haya algún evento lo suficientemente importante como para poder ser cambiado por algo más valioso. Sabías que si sacabas más llegarías a casa sin nada, y es que parece que el calor que desprenden los objetos de los puestos te atraen: ellos te eligen a ti, te tientan con sus colores alegres y diseños únicos, con ese aire de perfección imperfecta de lo artesanal... aunque sabes que de artesanal queda poco ya entre las lonas extendidas, pero te gusta pensar que está hecho con las manos de algún anciano con barba larga y cana sentado en su silla de madera. Luego lo pensarás detenidamente, y te darás cuenta de lo tonto de tus pensamientos.

Has tardado 15 minutos en hacer un camino de 2. Pero no te importa, ya has llegado a donde querías, ese lugar con nombre de droga blanda. Allí hay un montón de gente que hace lo mismo que tú: espera a sus amigos para recorrer las callejuelas más profundas del rastro, buscando camisetas que en ningún otro lugar encontrarían, juguetes antiguos que creías que jamás volverías a ver, bisutería
artesanal... O cualquier objeto lleno de magia.
Pero lo más importante es que, además de los artículos que puedas comprar, te llevarás siempre puesta una sonrisa y un paquete de recuerdos que almacenarás en ese cajón de la memoria llamado "buenos ratos"

3 comentarios:

Ene de Nadie, de Nunca dijo...

"pero te gusta pensar que está hecho con las manos de algún anciano con barba larga y cana sentado en su silla de madera."
Yo también lo hago :$.

Me ha encantado esta descripción/narración. Me ha parecido muy familiar. No sé, se sentido como si recorriese las calles del Rastro. Y ojalá algún día lo haga contigo :)

SpiraldePiruleta dijo...

"las madres de esos niños, temerosas de que algún despistado arruye a su pequeño" lo decías por elniño al que he llenado de miguitas de pan! si dices que al escribir no estabas pensando en eso, mientes! lo sé! xD

Alquimista Rojo dijo...

Bienvenida a tu rincón, ya enciendo yo el fuego de la chimenea.

No olvides tampoco la tienda esa de bocatas por un euro, que tantas veces me salva la vida.