domingo, 22 de junio de 2008

La perdí, por ti.

En algún momento entre la una de la madrugada y el sabor de tus piernas enredadas en las mías yo perdí la razón.
La luna decidió acompañarnos bañándonos con su blanquecino resplandor. Nos iluminaba lo suficiente para que pudiera perderme en tus susurros y nadar entre tus risas sin perder ni un detalle de nada de lo que pasaba. A medida que la noche avanzaba, a cada minuto yo me enamoraba un kilo más de ti.
A mí nunca me gustó el tabaco, ni su olor ni su sabor, pero he de reconocer que a ti te quedaba bien, que su sabor en tu boca mejoraba bastante. Tú, por lo que me dijiste, nunca habías aguantado a un chico a solas con su guitarra, pero cuando te canté aquel poema de desamor, tú lloraste enternecida y, aún enternecida, me pediste que te besara para que pudieras olvidar ese triste cantar que había salido de mis cuerdas.
Te dije que quería que tu olor fuera mi musa y cada mañana, al despertar sin ti a mi lado, descubría un tesoro en forma de pañuelo de tela que la noche anterior habías llevado en tu cuello, impregnado de tu fragancia, cada vez con un matiz distinto: culpabilidad, deseo, temor, sonrisas y lágrimas eran los que más frecuencia se repetían y a mí me volvía loco respirar ese perfume.

Construimos nuestro reino, donde no existían los amaneceres porque así la noche era más larga y yo podía disfrutar siempre de tu alegría sin despedidas. Desayunábamos canciones con un poco de mermelada. hice habilitar una habitación entera para tus pañuelos y otro para las fotografías que retrataban nuestros eternos recuerdos.
Domesticamos a nuestros monstruos internos e hicimos que se conocieran, se comprendieran y se amaran. Lloramos juntos de alegría, pero no todo fue feliz, también reímos de pura histeria. Yo pensé alguna vez en abandonar mis metáforas y tú pensaste en abandonarme a mí... y así lo hiciste, porque todo lo que te proponías lo llevabas a cabo. Te desintoxicaste de mí, de mis besos y de mi voz despertándote de madrugada. Saltaste el foso de nuestro propio castillo y saliste corriendo, o huyendo... eso ya nunca lo sabré.
Cuando me quise dar cuenta, sólo había un pañuelo más en mi cama con un olor que jamás antes había percibido: despedida. La luz de la mañana entraba por la ventana, y el elegante castillo se convirtió en calabaza, o en mi cuarto, que viene a ser lo mismo.

Y creo que te la llevaste... sí, mi razón. Tal vez se enredó en tu pelo... o a lo mejor simplemente la guardaste, como recuerdo o como trofeo... No lo sé. Yo ya no la encuentro, y puedes quedártela, porque no la quiero. Qué tontería, ni que tuviera otra opción... si no sé dónde has ido... ni si quiera sé qué nombre de ciudad debo introducir en mis próximas canciones de desamor cuando hable de ti, de tus manos, de tus labios, de tus curvas imperfectamente perfectas, de tus ojos dulces o de tus ojos juguetones, de tus sonrisas pícaras (de las burlonas no hablaré), de tu piel suave y ese lunar en aquel lugar al que ninguna otra persona le dedicó ni si quiera medio segundo de su tiempo y al que yo podría haberle dedicado más de media vida, de tus sonrisas, de tus pechos, de tu barbilla perfecta... de ti.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

"En algún momento entre la una de la madrugada y el sabor de tus piernas enredadas en las mías yo perdí la razón"

Me encanta...

Cuántas razones se habrán perdido enredadas por ahí... qué lindo poder perderla, aunque sea de vez en cuando...


p.d.

me alegro de que ya te caiga mejor la chica, :D

es increíble cómo se pueden ir construyendo cosas así, a medias, sobre todo cuando ni siquiera conoces a la otra mitad... más increíble es que alguien te diga que se ha enamorado de esta historia... gracias

Ene de Nadie, de Nunca dijo...

"Desayunábamos canciones con un poco de mermelada. Domesticamos a nuestros monstruos internos e hicimos que se conocieran, se comprendieran y se amaran. Saltaste el foso de nuestro propio castillo y saliste corriendo, o huyendo... eso ya nunca lo sabré. Ni si quiera sé qué nombre de ciudad debo introducir en mis próximas canciones de desamor cuando hable de ti. Y ese lunar en aquel lugar al que ninguna otra persona le dedicó ni si quiera medio segundo de su tiempo y al que yo podría haberle dedicado más de media vida."

Pero ¿cómo puedes escribir semejantes oraciones y quedarte tranquila?
Me ha parecido SUBLIME, de verdad.
¿Sabes que antes tenía un pañuelo de Alberto debajo de la almohada? Hace cuestión de un mes lo quité. Sentía que ese no era su lugar. Además, ya no olía a él.
Yo jamás podría desintoxicarme de ti. Jamás.